Ver señales es virtud de pocos.
Algunos las ven en la pantalla del celular cuando llega ese mensaje, otros en Dios y otros en la sonrisa en slow motion de sus hijos.
Yo las veo. Antes me confundían mucho porque era atea y no tenía tantos libros en la cabeza, ni tantas heridas en el corazón.
Viví una bizarra experiencia de antena parabólica extra sensorial estos últimos meses. Empecé a ver señales sobre mi propia vida.
Luego del tarot, la terapia, el yoga, la meditación, los umbandas, la astrología, las entidades incorporadas, Londres y Puerto Rico materializandose frente a mis ojos y la clarividente de París: todo tomo forma.
Locura? No olviden que tengo sangre fría y mantuve todas las fuentes de información totalmente separadas. No respondí preguntas, sólo las hice, y escuché atentamente.
Sentí un urgente impulso por dejar mi empresa más fuerte que nunca, pero en manos de alguien más.
Comencé a visualizar mi arte como un canal para una lucha contra las injusticias y desigualdades de mi país.
Me vi a mi misma como portavoz de duros mensajes de igualdad en muchos ámbitos sociales, económicos y políticos. Me vi a mi misma contando mi historia.
Miles de señales llegaron. Hombres que me maltrataron física y psicológicamente, personas que abusaron de mi confianza, que me sacaron dinero, tiempo y energía. El padre de mi hijo con su show de víctima, impidiendo una relación natural de maternidad, basándose únicamente en la manipulación de mi fragilidad emocional de necesitar estructuras firmes para sobrevivir.
Señales que desembocaron en lo mismo siempre.
No maltrata sólo quien golpea, maltrata quién manipula hasta que te sientas culpable y pidas aprobación, arrastrando tu dignidad pidiendo perdón, una oportunidad más, una selfie más, una hora y media más en el telo.
Te suena conocido?
Esos maltratadores sufren una patología y no creerán jamás que te maltratan. Esa persona probablemente vaya a tu iglesia, a tu facultad, tenga amigos en común contigo, vaya al supermercado. Todo normal.
Pero vos sabés que no podes hacer nada cuando te reduce a cenizas emocionales, esa parte de tus sentimientos que no publicas en Facebook porque lo va ver tu tía que no entendería que los hombres de ahora son así.
Mentira.
Los maltratadores de ahora han aprendido mejores técnicas. Se mimetizan socialmente y no te dejan el ojo morado. Te drenan la energía, controlan tu dignidad, te manipulan con desconfianza y te hacen sentir que no sos suficiente: jamás. Te dejan visteada, en un diabólico loop de incertidumbre, para que por miedo a perder cedas más que lo digno para cualquier ser humano.
Estos narcisistas patológicos son abogados, publicistas, empleados, ingenieros, masones, religiosos. Son tipos muy buenos, que besan a sus madres los domingos, pero te hacen creer que no sos una mujer que vale la pena.
Te piden favores, ayuda, soporte permanente. Sentís hasta obligación de atender sus necesidades y resolver sus problemas, porque en el fondo ya conoces el castigo: cero atención y agresiones sutiles, como veneno en gotas.
Se que te suena conocido.
Y sé que no podes salir porque no le contaste a nadie. Estás aún ciega o ya avergonzada.
Juro que puedo ayudarte. Escribime. No lo dudes. Será nuestro secreto.
Mereces ser feliz.