domingo, 29 de octubre de 2017

Lecciones de tu arrogancia (gracias!)

Soy como una niña ansiosa. Quiero que todo llegue lo antes posible, sueño con devorar experiencias, con exprimir la vida. Cuando hago eso consigo triunfos (cierto), pero también vienen las desilusiones, las piedras en el camino. No obstante, de eso se trata la vida, de avanzar, de asumir cambios y ser humildes en todo este maravilloso trayecto vital.

¿Quién no ha querido alguna vez que algo llegue lo más pronto posible? ¿Y quién no ha deseado en alguna ocasión que un momento fuera eterno, que el tiempo se detuviera ahí mismo?

No importa en realidad, porque los buenos momentos siempre se quedan impresos en mi memoria, en mi arte y en este blog.

Admitir que mi vida discurre un poco más cada día y que avanza con un tic-tac que nadie puede detener, es sin duda algo que me asusta y que me obliga a reflexionar. No obstante, trato de convencerme de que no hay que tener miedo a avanzar por ese camino. Creo firmemente en el concepto de envejecer con dignidad.

He aprendido que todos somos breves inquilinos de este mundo imperfecto, lleno de cosas maravillosas. No le temo al tiempo, sino a la vida no vivida, a los años vacíos huecos de emociones, de triunfos y de fracasos nunca experimentados. Esos de los cuales tanto he aprendido.

En la vida todo cambia, excepto las esencias

En efecto, podríamos decir que en esta vida todo llega, todo pasa y todo cambia. No obstante, hay algunos elementos que he aprendido que son puntos fijos en mi microuniverso particular.

Mi autoestima, mi necesidad por aprender e ilusionarme

El amor, el respeto, la dignidad y mi necesidad por cultivar el crecimiento personal, son pilares esenciales en mi día a día. Guían con fuerza y entereza mi camino, sea cual sea.

Hay veces en que en mi extensa aventura vital, he declinado muchos de estos aspectos en favor de otras personas. He priorizado en algún momento de mi vida a mis parejas hasta tal punto, que me olvidé de mi misma. Y si bien todo ha sido justificable porque algunos sentimientos fueron intensos, quiero recuperar el equilibrio. Me he ofrecido a los demás hasta el punto de olvidar mis propias necesidades, y he caído en la frustración, dejando de avanzar.

Cuando perdí mi capacidad por ilusionarme, cuando mis días se aferraron a la preocupación o la insatisfacción, mi vida ha dejado de avanzar. El peso que acumulé me arraigó al sufrimiento. Respiré, medité, relativicé todo lo que me aferraba y rompí muchas cadenas. Faltaba esta lección final de arrogancia.

Pensaba también que otro aspecto que no debía cambiar a lo largo de mi vida, era sin duda los valores. Bien, sin lugar a dudas existen esos esquemas básicos que nunca voy a romper, como el respeto mi misma y a los demás, la honestidad, la valentía.

Ahora bien, dentro de mi avanzar vital, he tenido que hacer pequeños cambios en mi personalidad e incluso en mi escala de valores de acuerdo a las experiencias que iba viviendo. Y todo ha sido sin duda para bien, porque forma parte de mi proceso de aprendizaje y crecimiento.

Ya no le tengo miedo a los cambios. Son anclas que he dejado ir para avanzar con un poco más de sabiduría sobre mis propias experiencias.

El amor que nos trasciende

El amor que siento por mis afectos, por mi familia, por mis amigos, por mis empleados o mi hijo, son también puntos fijos en mi esencia vital.

Ahora bien, he aprendido que el amor no es una entidad estable en el tiempo. También el amor se trasforma y se adapta. Un ejemplo concreto es mi propia vida personal.

Desde hace años busco en los que me pretenden un compañero que pueda ir adaptándose a los cambios vitales que van surgiendo a lo largo del tiempo: los vientos cambiantes en mi trabajo como profesional y empresaria. Nadie hasta ahora ha sido capaz de equilibrar nuestro crecimiento individual con el crecimiento de la propia pareja. Se rinden muy fácil por su propia arrogancia ("soy fulano de tal y soy así").

No me he rendido, pero he dejado de esperar. Agradezco con todo el corazón cada expresión de afecto, pero ya no los dejo entrar tan fácilmente a mi cabeza. Tampoco invierto energía o dinero en conquistarlos.

Dos claves para asumir los cambios con sabiduría
  • Yo soy la prioridad. La protagonista de mi vida y soy lo más importante dentro de mi mundo. No me aferro a los miedos o a la indecisión porque a largo plazo, siempre llega la frustración, el lamento por una vida no vivida. Carpe Diem.
  • Nunca dejo de cuidar a mi niña interior. Me ilusiono por mí y por la vida, soy espontánea dentro de toda la sabiduría que he adquirido. Disfruto de las cosas sencillas, amo, experimento y me atrevo. Disfruto mi trabajo y ahí imprimo toda la pasión y energía de mi corazón. Meraki.
Y mi mejor consejo. No te ancles a los errores del pasado ni te alimentes de nostalgias, la vida no espera a quien se detiene en sus propias oscuridades. La vida busca luz y su propia libertad, permítete crecer con ella, con optimismo, con ilusión y sencillez. La arrogancia es un pozo del que no hay salida. Liberate y vive con humildad. Nadie sale vivo de esta vida de cualquier manera.

Sé feliz.

Nadie puede hacerlo por vos.