Soy el caballo que persigue la inalcanzable zanahoria que le ofrece su jinete.
Como la situación no puede mantenerse eternamente, el jinete me permite mordisquear de vez en cuando un poco de zanahoria.
Efectivamente soy un caballo que tiene necesidades muy básicas. Necesito alimento para continuar cabalgando.
Aunque me estaba terminantemente prohibido, un día, decidí protestar, rebelarme contra la situación que me oprimía con ansiedad el pecho, y le manifiesté al jinete mi gran disconformidad. Simplemente pedí toda la zanahoria.
El jinete me convenció con astucia de la gran dificultad de conseguir zanahorias, y decidió que durante una temporada venidera en el mes de diciembre llegará la “prosperidad” y me suministrará un mayor número de zanahorias.
El jinete sin embargo me explicó que estamos en una temporada de “escasez”, y que el número de zanahorias por eso es menor. Una prueba de supervivencia la llamó.
Esta situación le ha otorgado al jinete un éxito mayor del esperado.
He pasado 8 meses de escacez consciente, esperando las zanahorias de la prosperidad.
He cabalgado y trabajado para el jinete al ritmo de sus riendas y al golpe de sus espuelas.
El jinete me ha sabido sumergir en el oscuro temor de que algún día las zanahorias puedan puedan ser insuficientes, y en épocas de escasez añoraría los tiempos en que las zanahorias eran frescas y abundantes con la esperanza de que no tarden en llegar.
El jinete espera seguir cabalgando según su ritmo, pero me he percatado que soy un hermoso caballo con fuerza y vigor.
He decidido librarme de tan perniciosa compañía con tan solo un brinco. El se ha caído de la silla de montar.
No necesito zanahorias. Siempre he sido libre. Esto sólo ha sido un truco del jinete.
Los verdes prados son inmensos. Infinitos.