Hay días en que parece más probable que todo estalle, y hay
otros en los cuales todo pasa desapercibido.
Hoy fue uno de esos días en los que el arrebato parecía que
ganaba la batalla hasta que me detuve a respirar y cerré los ojos. Dos horas
después me desperté de una extraña siesta y la sensación se había ido.
Te abracé en mis sueños. Eso pasó. Fue atómico. Toda la
ansiedad desapareció con una sola caricia de tus manos.
Al despertar de vuelta la misma parada mental: a todos
miento. Armo el mismo show de la mujer maravilla todos los días, pero ella no
existe. Solo vive en la cabeza de la gente que poco me conoce.
Tengo este maldito sueño recurrente. Vos desvistiéndome sin
tocarme. Solo con esa increíble mirada profunda y dulce. Es tan imposible que
me eleva.
Tu cautivante y seductora inteligencia emocional infinita
solo es mía en mi cabeza, y vuelo hasta ese lugar donde jugás con mi mente
hasta volverme loca cada vez que siento que la realidad me incinera.
El combustible diario de mi adicción al trabajo es alimentar
la fantasía: que me estas esperando a que yo salga del laberinto en el que me
metí y que vamos a estar juntos y felices para siempre.
Es psicótico. Lo sé. No puedo decir al mundo lo que siento,
no debes escucharme. Todo sería demasiado complicado. No tengo el valor de
exponerme al juicio moral de toda la gente que adora a la mujer maravilla.
Demasiado daño colateral.
No puedo cansarme de actuar. No está permitido. En esta obra
no hay telón, y si algo pasa todos lo ven. Es una escena continua desde hace
muchos años.
Se muy bien que es el precio que pago por el lugar donde
estoy.
Pero, aunque vengan mil días que duelan más que éste, y
aunque vengan un millón de horas de soledad en el medio de una multitud, te voy
a seguir soñando.
Voy a buscarte en mi imaginación para que me des esa energía
interminable del amor puro y verdadero. Eso me hace fuerte en el mundo real,
donde tengo que enfrentar que me equivoqué de ruta por no escucharte.