domingo, 23 de diciembre de 2012

Esos días


Hay días en que parece más probable que todo estalle, y hay otros en los cuales todo pasa desapercibido.

Hoy fue uno de esos días en los que el arrebato parecía que ganaba la batalla hasta que me detuve a respirar y cerré los ojos. Dos horas después me desperté de una extraña siesta y la sensación se había ido.

Te abracé en mis sueños. Eso pasó. Fue atómico. Toda la ansiedad desapareció con una sola caricia de tus manos.

Al despertar de vuelta la misma parada mental: a todos miento. Armo el mismo show de la mujer maravilla todos los días, pero ella no existe. Solo vive en la cabeza de la gente que poco me conoce.

Tengo este maldito sueño recurrente. Vos desvistiéndome sin tocarme. Solo con esa increíble mirada profunda y dulce. Es tan imposible que me eleva.

Tu cautivante y seductora inteligencia emocional infinita solo es mía en mi cabeza, y vuelo hasta ese lugar donde jugás con mi mente hasta volverme loca cada vez que siento que la realidad me incinera.

El combustible diario de mi adicción al trabajo es alimentar la fantasía: que me estas esperando a que yo salga del laberinto en el que me metí y que vamos a estar juntos y felices para siempre.

Es psicótico. Lo sé. No puedo decir al mundo lo que siento, no debes escucharme. Todo sería demasiado complicado. No tengo el valor de exponerme al juicio moral de toda la gente que adora a la mujer maravilla. 

Demasiado daño colateral.

No puedo cansarme de actuar. No está permitido. En esta obra no hay telón, y si algo pasa todos lo ven. Es una escena continua desde hace muchos años.

Se muy bien que es el precio que pago por el lugar donde estoy.

Pero, aunque vengan mil días que duelan más que éste, y aunque vengan un millón de horas de soledad en el medio de una multitud, te voy a seguir soñando.

Voy a buscarte en mi imaginación para que me des esa energía interminable del amor puro y verdadero. Eso me hace fuerte en el mundo real, donde tengo que enfrentar que me equivoqué de ruta por no escucharte.