jueves, 18 de diciembre de 2003

Encontrarme

A veces las despedidas duelen,  es decir, siempre. Recuerdo la noche en que me despedí del monstruo que vivía en mi alma.

Detrás de cada uno de estos grafismos hay un millón de lágrimas de rabia. Dicen que eso es madurar. Siento una multitud de cosas en todo mi cuerpo y cada poro de mi piel parece respirar por sí mismo.

Recuerdo claramente la noche en que maté las leyendas y dejé ir la infancia. Me gusta más este ángulo. Ahora tengo una nueva perspectiva. Desde este risco hay más claridad.

Estoy segura de que vale la pena. Me voy acomodando a este plano porque deseo también intentarlo yo: seguir la marea, respetar la luna.

Tengo un par de ángeles que me protegen. Voy a estar bien. De todas formas, fue donde me perdieron que por fin logré encontrarme