En todo el mundo, el primero de mayo se conmemora el Día del Trabajo en honor de los Mártires de Chicago, obreros de una empresa estadounidense muertos en esa ciudad en el año de 1886, por llevar a cabo una huelga en demanda de una jornada laboral de ocho horas. ¿Pocos sabían esto no?
Entre los profesionales más exigentes y experimentados en todo el mundo, la mayoría está sufriendo de algo contagioso como el desamor por lo que se hace. ¿Todos sabían esto no?
Yo reflexiono. (Porque este ejercicio es gratuito y muy sano: se los recomiendo). El amor es el toque secreto para convertir un trabajo en un estilo de vida. El amor hace que tu trabajo sea tu mayor distracción, no se puede concebir a un profesional exitoso y prospero sin felicidad en su corazón, seria como un esclavo de su obra y no un amo de su prosperidad.
Ese amor con el que lo seres extraordinarios que trascendieron en la historia, plasmaron en sus obras y las convirtieron en obras de arte; imagínense a Da Vinci sin pasión por su trabajo. Imagínense a Lee Lacoca aburrido en las mañanas de ir a liderar su compañía automotriz. Ese desamor por nuestro trabajo nos hace mediocres con resultados mediocres, por lo tanto nuestros ingresos son mediocres y vives una vida de mediocre culpando a tu suerte o a la empresa.
Escuché una vez a un conferencista y escritor colombiano decir algo absolutamente cierto. Se refería a los estudiantes de química de una universidad, diciendo que no hay nada más peligroso que un profesional sin amor en su corazón. Porque un ingeniero químico con todo ese conocimiento sin amor puede ser el genio que construye bombas, ingenia formulas para destruir.
De la misma forma se aplica a un zapatero como a un director de empresa; un gerente sin amor por lo que hace JAMÁS CUMPLE METAS, sencillamente no lo hace con pasión; darle las herramientas, incentivos económicos, instalaciones adecuadas y descuentos en el producto, es tejer en el vacío; sencillamente su factor humano no es apto porque tiene conocimiento pero no tiene amor por lo que hace.
No sufre por lograr el triunfo. Un vendedor que no ama su trabajo es un perdedor con sueldo. Una señorita de atención al publico que no ame lo que hace es una amargada y quejumbrosa diaria que se levanta a hacerle una mal a su empresa.
Sencillamente: ¡AMEN LO QUE HACEN!
A mi hermano le encantan los artefactos eléctricos. Recuerdo haber observado cómo se le iluminaba la cara y comenzaba a hablar de otra manera siempre que describía una computadora y recordaba la reparación favorita que había hecho. Durante toda su adolescencia había reparado todos los gadgets de sus amigos sin cobrar un centavo. Me explicaba las reparaciones que estaba haciendo, las técnicas y las herramientas. Yo no entendía la mayoría de estas cosas, pero en realidad tampoco tenía que hacerlo. El observar el brillo en sus ojos siempre que se emocionaba después de mostrarme algo nuevo y el ver la sonrisa en su rostro cuando arreglaba algún problema, era más que suficiente. Mi hermano amaba lo suyo y por eso era el mejor, pero lo más importante, era feliz. Hoy está en la mitad de la carrera de Ingeniería Informática en una prestigiosa universidad de Arizona, apuntando a ser un paraguayo exitoso en unos cuantos años. Simplemente va trabajar en lo que ama.
Su pasión por la vida inspiró mi propia pasión por la mía y finalmente la cambió. Su ejemplo me enseñó cosas que nunca pensé que sabría y me hizo enseñarme a mí misma a ser una mejor profesional. Era más que mostrarme computadoras; era mostrarme cómo vivir.
FELIZ DÍA A TODOS… FELIZ EN SERIO