viernes, 21 de septiembre de 2007

Hasta que te duermas: 03

Pasaba mucho tiempo sola.
En realidad la mayor parte del tiempo dentro del colegio no lo compartía con nadie. Solo tenía una amiga: Mónica. Ella desarrolló un severo problema de delirio de grandeza que no sabia sobrellevar, por lo que no se había ganado el afecto de mucha gente en nuestro ámbito estudiantil.
Mónica fue la segunda mitómana que conocí en mi vida. La primera fue mi propia madre. Mi mejor amiga (en realidad la única) era corpulenta, lo que para los chicos de mi edad, se traducía en el adjetivo “gordita”. Tenía un excelente sentido del humor y un carisma que conquistaba a los adultos, cosa que para mí aun no tiene explicación. No había maestro que no la adorara, ni madre que no le acariciara los graciosos rulos que ostentaba en la cabeza.
Yo también la adoraba, aunque sabía que casi todas las fantásticas anécdotas que relataba no eran totalmente ciertas. Tenía una manera maravillosa de contar casualidades. Seducía a todos sus interlocutores, y me incluyo. Creo que comenzamos a ser amigas porque me convertí casi en una de sus fanáticas.
Todo lo nuevo me seducía y ella era un tipo de persona nueva para mí.
Siempre gocé de una extraña popularidad entre mis compañeros de clase, mas que nada, por mi sentido del humor sádico, sagaz y muy cargado de malas palabras. En solo un año mi gran labia se había auto encaminado hacia esta nueva virtud. Responder de forma perspicaz a cualquier argumento, especialmente, si provenía de algún adulto.
Mis recreos prefería pasarlos sentada debajo del mismo árbol de peras, escribiendo en mi cuaderno adolescente secreto y fumando. No contaba con una gran admiración por parte de mis compañeros varones debido a este comportamiento.
A mitad de ese año me invitaron a una fiesta de cumpleaños de uno de los chicos más populares de mi clase. No sé por qué, pero creo que Mónica influenció un poco.
Mi madre me llevó.
Estaba contenta porque empezaba a socializar nuevamente. Llegué a la fiesta un poco tarde, ya que los preparativos en mi casa no terminaban nunca. Me eligieron la ropa y la cambiaron mil veces. Me peinaron, me perfumaron y me sacaron el esmalte oscuro de las uñas.