Recuerdo las sórdidas lágrimas de mi madre cuando pronunciaba el discurso de mejor egresada en la escuela primaria. Pero no recuerdo el discurso. En realidad he aprendido a desarrollar una excelente memoria selectiva con el pasar de los eventos.
Ese día sentí el click.Esa sensación de caminar sobre un puente colgante entre dos riscos a más de cien metros de altura. Lo mejor fue que entré en ese delirium tremens justamente en el momento del discurso tan esperado por todos. Lo disimulé bastante bien, pero hasta hoy, no recuerdo el bendito discurso.
El primer año del secundario fue una continua confusión. Tanto mi familia como yo percibimos aquel año como una época tormentosa y emocionalmente agresiva plagada de frecuentes enfrentamientos, a veces, sin sentido. Es decir, todo el tiempo.
Era como vivir en un continuo limbo.
Todo lo nuevo me seducía.
Como nunca me habían impuesto límites ni barreras, no conocía la lista de cosas prohibidas y no lograba mesurar el contrapeso negativo de las cosas.
Mi primer cigarrillo lo encendí con ganas en el mes de marzo de mi primer año del secundario. Nadie influenció en esa primera prueba. Tomé el dinero, llegué a la tienda y compré unos lights. Sin más vueltas encendí el primero y comencé a fumar. Un par de cof cof y eso fue todo.