Algido 01
Él estaba junto a la puerta, apagó la luz. Empecé a recorrer la extraña y nueva habitación. Me estiré sobre la enorme cama, doblé las piernas y cerré los ojos. Oí su respiración, sentí un beso y sus brazos que extendió encima de mí. Abrí los ojos para sonreírle y darle las gracias. Él dijo: "Es que te amo... y no quiero alejarme nunca más de ti". Se desconectó mi mente.
Enseguida sentí su mano dulce y cálida sobre mis piernas, las estiraba muy lentamente y trataba de subir hacia mi cuerpo. Abrí los ojos apenas. Vi que dibujaba sobre mi piel con la yema de los dedos, que tenía miedo. En un movimiento muy lento, avancé mi cuerpo hacia él. Me di cuenta que ya estaba desnuda. Con los ojos cerrados seguía todos mis movimientos. Al principio eran lentos, luego empezaron a ser cada vez más retardados, contenidos hasta el final, el abandono al goce, tan difícil de soportar como si hubiera gritado. Hubo un largo momento en que no ocurrió nada, salvo el ruido de su lengua en mi cuerpo, por todos lados. Se puso a ir más deprisa y el ruido se hizo ensordecedor. Luego, de nuevo, resultó soportable. Su mano llegó sobre mí.
Era salvaje, estaba todavía caliente, tenía miedo. La guardé en la mía. Luego la solté, y la dejé hacer. Acaricia mi cuerpo entero y luego acaricia mis senos, mi vientre, mis caderas, en una especie de humor, de dulzura a veces exasperada por el deseo que vuelve. Se detiene a saltos. Está sobre el sexo, tembloroso, dispuesto a morder, ardiente de nuevo. Y luego la calma. sus dedos en mis cabellos. Razona, sienta la cabeza, se pone amable para decir te amo. Alrededor de su mano, el ruido mi cuerpo extasiado. Alrededor del ruido, la noche que cae.
El silencio de los pasillos en el ruido de nuestros cuerpos. La realidad que despierta... y el taxi que llega. Es hora de irnos.