18 de abril. El día previo a mi cumpleaños. Adoro ese día. Me siento especialmente emocionada.
Transcurrió un día usual en la oficina. Cuando acabó la jornada laboral decidió que pasaríamos la tarde juntos. Y esa testosterona en su actitud me enciende.
Cada beso, cada caricia nos incendiaba. Semanas jugando este foreplay era para volvernos locos. Pero no. Él manejaba las cosas con un reloj de arena.
Estábamos en el auto en el camino largo a casa. Tráfico y sus dedos entre mis cabellos, bajo mi ropa. Insoportable.
Frente a mi casa, estaciona y tratamos de despedirnos. Fue imposible. Nos fundimos en un beso profundamente sexual. Pura adrenalina.
- No quiero dormir sola esta noche
- Corresponde
- Corresponde
Estábamos muy lejos de su departamento así que decidimos disfrutar el viajecito. Compramos unas cervezas, pusimos música y jugamos un juego de seducción mucho más fuerte.
La primera botella la abrí con los dientes. Escupi la tapa metálica por la ventana. Comenzamos a beber. Nos relajamos un poquito más, pero la tensión sexual era increíblemente elevada.
Mientras conducía, giré mi cuerpo en el asiento del acompañante. Puse mi espalda contra el cristal y abrí las piernas en el asiento. Acariciaba mi cuerpo entre bromas. Sentía su mirada lasciva.
Llegamos a su departamento. Subimos 4 pisos. No mediamos palabras. Apenas se cerraba la puerta el universo alrededor nuestro se detuvo.
Toda la ansiedad de semanas se escurría mientras me desvestía por primera vez. Su lengua se calmaba en mi boca, en mis pezones, en toda mi piel. Sus manos descubrían cada rincón de mi cuerpo. Yo temblaba mientras cerraba los ojos.
Sus modos eran tremendamente masculinos. Dominantes. Deliciosos. Hacía años que no estaba entre los brazos de un verdadero hombre. Mucho tiempo sin que de verdad me hicieran el amor.
Yo sentía como me exploraba con paciencia. Acariciaba mi clítoris buscando el ritmo justo donde gemía de placer. Encontraba ese punto y ahí se quedaba. Todo un caballero.
Fue muy natural que yo quedara encima suyo. Con una mano puso a un lado mi tanguita y con la otra dirigió su miembro dentro mío. Glorioso. Simplemente sublime. Cerré los ojos. Floté mientras él marcaba el ritmo de mi pelvis con sus manos apretando mis caderas.
- Era esto lo que querías nena?
- Definitivamente. No pares
- Definitivamente. No pares
Era asombroso cómo podía leer mis emociones con la punta de sus dedos, con su lengua. El momento exacto para tirar de mi pelo, para morder mis pezones, para penetrarme más profundo, para darme una nalgada.
Todo eso me sumió en un estado de éxtasis que casi escalaba el trance. Deseaba un orgasmo pero no quería que pare. Quería que su sexo dentro mío fuera eterno.
Estando encima suyo le dije: mirame venir. Sin dejar de mover mis caderas, con su pene en mi vagina, me masturaba mirándolo fijamente a los ojos.
Cerré los ojos por ese dulce segundo donde el orgasmo explota en mi interior y no pude contener un grito de placer.
Vi en sus ojos que lo enloqueció sentir mi cuerpo vibrar.
Eso no fue todo. Aún no llegaba mi cumpleaños.